Italia

Todo comienza en un vuelo Lisboa-Milan Bérgamo,  en la puerta de embarque me acordé de las palabras de Gustavo (el chico venezolano, con el que tuve una aventura amorosa en Alemania parte2), en las que el me decía que le había inspirado para conocer mundo, y decidí hacer un viaje y no saber donde acabar.

Llego a Milan a las 2 de la madrugada, descubro que mi Hostel está en un barrio marginal y de okupas, siempre que viajó acabo en un barrio marginal no se como lo hago.

Las calles del barrio estaban solitarias, oscuras, frías, y llenas de indigentes,  de pronto me percato que un indigente no para de seguirme, me dispongo ha subir el ritmo de mis pasos y a callejear, cuando en un momento me doy cuenta que piso la caca de perro más grande de toda mi vida aquello era de un perro del tamaño de un caballo no exagero, y olía que como olía, me dispuse ha cagarme en todo en alto y pegando voces a lo que me doy cuenta de que el indigente al verme así se fue y dejó de seguirme, sería por el olor insoportable de mi zapatilla al estar en contacto con esa enorme caca.

Entro en el Hostel, y entre el olor a caca insoportable y que el de la recepción era un soso, decido ir a la cama, la cual no tenía escalera y  como no, me tocaba dormir en la litera de arriba, me acuesto y entre que me dolía la cadera del salto que di (que casí me parto en dos al intentar llegar a la cama, y como no hay que añadir su respectiva caída) y que no paraba de oler todo a caca no había quien durmiera en esa habitación.

Visité Milan a la mañana siguiente tras limpiar mis zapatillas en el baño, Milan es mi gran decepción, solo tiene el Duomo y nada más, es una ciudad que no merece la pena visitar.

Tras mi decepción en Milán tomé un autobús hacia Venecia.

Cuando llego a Venecia,  en el Hostel no había nadie y solo pude ver un cartel que me dirigía a otra dirección, llego a esa dirección y era un antiguo hotel que es donde dormí, con un macizorro.

Tenía mucha hambre y todo estaba cerrado, y encontré un bar lleno de moros y una China, y pedí unos espaguetis carbonara , los peores de mi vida era pasta aguada sin sabor...

Si he comido mi peor pasta en Italia.

Descanse un poco y a la mañana siguiente visité Venecia, me enamoré de cada rincón, y de cada fachada de la ciudad, merece la pena en invierno que hay apenas turistas, comí una buena pasta italiana con queso, y me refugie del frío en un burguer king, donde conocí a una familia española de Sevilla que me invitó a un helado, y pasamos grandes molestos juntos.

Después de dejar a un lado Venecia me dispuse a pillar el autobús hasta mi siguiente destino.

Venecia es de los sitios más bonitos que he visto en mi vida.

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